Archivo de la categoría: Memoria

OIMAKU de la maldición contra la lluvia británica

OIMAKU, como si fuera ayer, de una maldición que profirió contra el mal tiempo británico mi casera en Torquay. Era una tarde de pleno verano y estaba lloviendo sin parar. Yo estaba en casa cuando ella entró, empapada. Tenía pinta de bastante fastidiada, o cabreada, o loca. Se metió en el recibidor cerrando el paraguas de cara a la calle, y con toda la rabia de su alma, le gritó al cielo: «Fucking bleeding British weatha!».

OIMAKU de la canción de Cortocircuito

OIMAKU de la canción que entonaban unos pandilleros en la peli de Cortocircuito: «Los chulos acojonan, los chulos empitonan, los chulos mangonean ¡tus bolas a Plutón!». No tiene ningún sentido pero recuerdo que de pequeño me partía de risa con ella, y me la aprendí de memoria. Hoy encontré un vídeo en Youtube con la escena, que resulta que era de Cortocircuito 2, y me he vuelto a partir el pecho con nostalgia. He alucinado con el doblaje de la escena, lleno de un argot lumpen que el DRAE no recoge y que, sin embargo, es una maravilla.

OIMAKU de Cosas de Casa

OIMAKU de Cosas de Casa, la serie que acabó acaparando hasta la náusea el personaje repelente por excelencia, Steve Urkell. Recuerdo que al principio sólo tenía contadas apariciones y hacia el final el actor coprotagonizaba con el sufrido Carl, padre de familia y ex policía en la Junga de Cristal, casi todos los episodios. Recuerdo cómo por arte de birlibirloque, o de cuota de share, dos hijas y una tía de la familia desaparecieron; luego, creo incluso que hasta la esposa y Eddie, el hijo mayor. Se desmontó todo el nidito familiar que aplicaba las pertinentes dosis morales en cada episodio para reunir a freaks tales como Urkell, Maira o Waldo Geraldo Faldo que lo único que hacían era repetir coletillas sin cesar. La serie fue cayendo en picado, bajada a los infiernos que se aceleró con el doblaje patrio de Antena 3, que decidió que era divertido añadir morcillas tales como «queso de Cabrales» o «m’ha dao un tabardillo». El canal estuvo tirando de ella, quemándola, hasta que encontró un sustituto para la franja de dos a tres de la tarde: Los Simpsons.

OIMAKU del Trivial para Dummies

OIMAKU de una máquina recreativa de Trivial de la marca Para Dummies que había en un pub de Southampton. Durante los nueve meses que vivimos allí, vimos bastantes de éstas pero con el Trivial clásico. Nos enfrentábamos a la computadora junto con los colegas pero a las cinco preguntas solíamos palmarla. Decidimos que con aquel Trivial Para Dummies nos iría sin duda mejor. Metimos la moneda y leímos la primera pregunta. Era una de prensa del corazón, algo que para los ingleses debía de ser una chorrada muy sencilla pero de la que nosotros no teníamos ni idea. Fallamos y se acabó. Fueron escasos 5 segundos, una libra perdida y cero de diversión. Nos nos lo podíamos creer. Se nos había quedado cara de eso, de dummies.

OIMAKU de la conversación en francés sobre los vagabundos

OIMAKU de la conversación que tuve con un chaval francés en un tren hacia Barcelona. No sé cómo, habíamos empezado a hablar en la estación. Yo, que me creía que hablaba muy bien el francés, escuchaba estupefacto lo que me decía el tipo. Según él, en su país no había vagabundos por las calles, que si la policía los veía, los arrestaba; por los gestos, entendí que si eran inmigrantes también los deportaban. Él alucinaba cuando veía que en España los polis pasaban frente a los indigentes sin hacer nada. Le contesté que prefería que no hicieran nada antes que expulsarlos o meterlos entre rejas. Le enfadó mi respuesta y, enérgico, empezó a defender su postura: la pasividad de nuestras fuerzas del orden era una vergüenza. Yo no entendía a qué venía tanta vehemencia ni por qué le molestaba tanto que hubiera pobres pidiendo por las calles. Más aún, siendo él negro, me resultara incomprensible que quisiera expulsar a todos los inmigrantes. Sus palabras me irritaban. Lo tomé por un gilipollas clasista de mierda. Sin embargo, después de una larga discusión, descubrí que lo que hacían en Francia era llevarlos a albergues para que no se murieran de frío, y no a la cárcel; que lo que él quería era que en España no les dejáramos que se pudrieran en las aceras. Ya me extrañaba a mí que en España fuéramos más civilizados que en Francia, y que yo entendiera tan bien el francés.

OIMAKU de los sorteos por carta

OIMAKU de los sorteo por carta que se hacían en televisión antes de que hubiera móviles. Recuerdo que siempre estaba allí el «señor Notario» y el presentador; a veces, también estaba una de las azafatas del programa. El presentador o la azafata lanzaban las cartas al aire para atrapar una al azar. Recuerdo un concurso en el que, directamente, las hacían volar dentro de un tubo. Luego abrían el sobre para descubir al afortunado y había veces en que leían un fragmento de la carta. Tenía su qué toda aquella parafernalia. Los actuales sorteos por SMS son asépticos (y sospechosos).

OIMAKU del «au revoir» de Cantona

OIMAKU de aquel anuncio de Nike en el que los mejores futbolistas (o los más guays) del momento se enfrentaban a las fuerzas del mal en el Coliseo de Roma. Los futbolistas tenían que hacer frente al juego sucio de los demonios y parecía que era imposible ganar. Acababan, finalmente, sacando todo su talento para marcar el gol de la victoria.  El público alucinó porque parecía el tráiler de una película. Sin embargo, de todas aquellas cabriolas y efectos especiales, lo que realmente caló fue el apoteósico final en que Éric Cantona, el zumbado de Cantona, se levantaba la solapa y musitaba un «Au revoir» que se grabó a fuego en la memoria colectiva como el «Sayonara, baby» de Terminator. Se levantaba la solapa, decía adiós y destrozaba de un chut al diablo que custodiaba la portería con las alas extendidas. Brutal.