OIMAKU de la primera vez que fui al Saló del Còmic de Barcelona. Fui con mi madre y mi amigo B. Para empezar, nos equivocamos de tren. Cuando, finalmente, llegamos a la Estació de França, mi amigo y yo nos despistamos y perdimos a mi madre. Cuál fue nuestra sorpresa que, cuando nos volvimos a encontrar, estaba junto a Francisco Ibáñez, que firmaba incansablemente. Casi nos coló, y cuando nos tocó que nos firmara, nos quedamos sin palabras. En aquel momento, era mi ídolo absoluto. Más de diez años después, vuelvo a pasear por el SalóEn aquel momento, era mi ídolo absoluto. Más de diez años después, vuelvo a pasear por el Saló, ¡y sigue ahí, firmando, al pie del cañón!
Archivo por meses: mayo 2009
OIMAKU del conejo amarillo
OIMAKU del conejo amarillo que tanto me gustaba de pequeño. Lo llevé un día al colegio y nunca lo volví a ver.
OIMAKU de mi odio hacia los cámpings
OIMAKU de cuánto odiaba el cámping donde iba de vacaciones con mis padres. No es que fuera un mal cámping, es que era un cámping y yo odio los cámping. Sobre todo como suena: cámping ¡cámping! ¡ping! ¡ping! Insoportable.
OIMAKU del examen de Literatura Medieval
OIMAKU de mi primer examen de Literatura Medieval en la Universidad. Había una parte teórica y otra práctica. Para la segunda parte, el profesor, describámoslo como un tipo relajado, se levantó de su asiento con el fardo de folios de las respuestas teóricas bajo el brazo y, explicándonos que iba a su despacho y que luego volvería a por las respuestas, se marchó. Añadió, antes de dejar el aula, que podíamos ir a la biblioteca a consultar cualquier manual. Sin problema. Todo el mundo empezó a murmurar y, luego, a hablar, una vez que ya no estaba. Yo me puse nerviosísimo ante aquella situación. ¿Era aquello una prueba para ver quienes copiaban y quienes no? No entendía nada. De tantos nervios que acumulé, acabé haciendo un comentario de texto nefasto. Y suspendí.
OIMAKU de la agenda de caricaturas
OIMAKU de la agenda de mi amigo J.A., la cual yo había garabateado hasta la muerte ante su insistencia de que le dibujara a los profesores. A cada página que pasabas, había una aberración mayor: el profesor de castellano convertido en un cantautor mediocre, el de Historia en un borracho, el de Filosofía en un mono y el de literatura catalana cometiendo «ayuntamiento carnal» con una vaca. Un día, el profesor de latín, el gran M. (literal y figuradamente), le cogió la agenda a mi compañero para comprobar la fecha de un examen o de la entrega de un trabajo. Ambos nos miramos y pensamos «¡Dios mío!». Pasó las hojas, pasó más hojas, dio con la fecha y le devolvió la libreta. Sorprendentemente, no vio nada. La parte de las caricaturas estaba al principio y parecía habérsela saltado por completo. Aunque, bien pensado, tal vez la viera y no dijera nada. A fin de cuentas, él era el único que salía bien en su retrato: era un superhéroe.
OIMAKU de las notas al pie
OIMAKU de cuando pensaba que las notas del traductor de mis libros infantiles querían decir «No del Todo». Creo que inventé el significado de esas siglas sin querer, en respuesta al interés que suscitaba en mí la aclaración de una persona desconocida sobre una lengua igualmente ajena, consciente de la importancia de la «Nota del Traductor», pero sin acabar de entenderla. A los 6 años todavía crees que eres grande y que el mundo conocido ya es muy grande también.
OIMAKU de la EGB
OIMAKU de la EGB. Era una mierda igual que la ESO, pero como mínimo no tenía un nombre tan cosificado. En concreto he recordado sus siglas, que nunca he sabido qué querían decir. Debía de ser una especie de KGB española, o algo así.
OIMAKU de mi primer ordenador
OIMAKU del primer ordenador que tuve. Me aprendí de memoria sus características, que más bien parecían un título nobiliario: 486 DX2 con un disco duro de 400 megas y 4 megas de memoria RAM con pantalla super VGA de vetetúasaber. Eso era lo que había entonces. Mi amigo A., con un 386 con pantalla monocromo verde, flipaba. ¡Flipaba! 400 megas de disco duro, dios… Aún lo conservo, guardado en un CD.
OIMAKU de Rayuela
OIMAKU del capítulo siete de Rayuela de Julio Cortázar.
OIMAKU de Monkey Island
OIMAKU de Guybrush Threepwood y Monkey Island. Fue mi descubrimiento de las llamadas «aventuras gráficas». Pocas veces me he reído tanto como con ese juego. ¡Pollo de goma con polea!