Archivo por meses: junio 2009

OIMAKU de M.

OIMAKU de M., que hacía de mujer de la limpieza en el lugar donde trabajo. Era morena, con el pelo corto y gafas. Apenas la conocía, no sé siquiera si cruzamos alguna palabra. Se marchó por problemas de salud. L. y V. acabaron por decirme que se había pedido la baja para operarse de un cáncer. Hoy, me enteré que el día de San Juan entró en coma y falleció. No puedo visualizar bien su cara. Lo que más me quedó grabado fue el uniforme de trabajo. Es lo que más me jode.

OIMAKU de los sms

OIMAKU de los sms que intercambiábamos I. y yo hace años. Una vez a la semana nos enviábamos listas de cosas que nos hacían sentir bien, como las listas de Hornby en «Alta fidelidad» pero en buenrollismo puro y duro. Un columpio, la puesta de sol, un beso en el cuello, un gato dormido en tu falda, un viaje, aprender otro idioma, ver por decimotercera vez tu película favorita, remojarte los pies en el Atlántico… Y así durante meses, almacenándose en la memoria de mi móvil, echándoles un ojo cuando los ánimos estaban bajos. Hasta que un día tuve que cambiar el maldito aparatejo y me di cuenta demasiado tarde de que el móvil nuevo sólo almacenaba 15 mensajes, y para entonces ya habían sido sustituidos por una larga de retahíla de «quedamos a las 6» o «nos vemos en la salida del metro».

OIMAKU de los apuntes

OIMAKU de los apuntes de T. y de su letra. Sobre todo de su mala letra, y de cómo la gente se quedaba horrorizada al verme estudiar esas fotocopias llenas de símbolos que parecían código morse. La cosa se agravaba si encima estaba estudiando paleografía. Y, por cierto, el profesor de tan insigne asignatura era el único que no podía quejarse de la letra en los exámenes de T. Sin embargo, el tener que descifrar esa letra antes de poder estudiar hacía que se me quedasen las cosas antes, por repetir las mismas frases una y otra vez. ¡Ay, cuánto le debo a los apuntes de T.!

OIMAKU del lápiz

OIMAKU del lápiz, y de cómo mi hermana me lo clavó en la rodilla cuando éramos pequeñas. Yo hice muchos aspavientos y lloriqueé; mientras, pensaba si me había hecho suficiente daño como para saltarme las clases de gimnasia (en aquella época buscaba cualquier excusa). Mi madre le quitó importancia enseguida y, al final, no pude utilizar la herida en beneficio propio. Eso sí, todavía sigue la cicatriz en mi rodilla, y sirve para demostrar lo cabrona que era mi hermana ya en su tierna infancia.

OIMAKU de la foto asquerosa

OIMAKU de una historia que me contaron a raíz de una foto. Una pareja llega de fiesta a casa y él le pide a ella una felación, pero cuando la chica le baja la ropa interior descubre una desagradable sorpresa untada en la parte trasera de la prenda; ella rompe a reír y él se pone rojo de vergüenza. Como él es un cerdo pero ella es malvada, cachondo como lo tiene, le propone hacérsela a cambio de que se deje fotografiar en tamaña situación. La imagen quedó borrosa, pero demuestra fehacientemente lo que es capaz de hacer un hombre a cambio de una mamada.