OIMAKU de cuando me levantaba temprano los sábados para ver la Bola de Cristal, despertaba a mi padre, que se venía al sofá conmigo y seguía durmiendo, mientras yo me partía de risa con las borderías de la Bruja Avería. Eso sí que era un programa en condiciones: «¡Viva el Mal!¡Viva el capital!».
Archivo por meses: junio 2009
OIMAKU de M.
OIMAKU de M., que hacía de mujer de la limpieza en el lugar donde trabajo. Era morena, con el pelo corto y gafas. Apenas la conocía, no sé siquiera si cruzamos alguna palabra. Se marchó por problemas de salud. L. y V. acabaron por decirme que se había pedido la baja para operarse de un cáncer. Hoy, me enteré que el día de San Juan entró en coma y falleció. No puedo visualizar bien su cara. Lo que más me quedó grabado fue el uniforme de trabajo. Es lo que más me jode.
OIMAKU de los sms
OIMAKU de los sms que intercambiábamos I. y yo hace años. Una vez a la semana nos enviábamos listas de cosas que nos hacían sentir bien, como las listas de Hornby en «Alta fidelidad» pero en buenrollismo puro y duro. Un columpio, la puesta de sol, un beso en el cuello, un gato dormido en tu falda, un viaje, aprender otro idioma, ver por decimotercera vez tu película favorita, remojarte los pies en el Atlántico… Y así durante meses, almacenándose en la memoria de mi móvil, echándoles un ojo cuando los ánimos estaban bajos. Hasta que un día tuve que cambiar el maldito aparatejo y me di cuenta demasiado tarde de que el móvil nuevo sólo almacenaba 15 mensajes, y para entonces ya habían sido sustituidos por una larga de retahíla de «quedamos a las 6» o «nos vemos en la salida del metro».
OIMAKU de las lagartijas
OIMAKU de cuando, de pequeño, buscaba lagartijas para arrancarles la cola y ver cómo, una vez amputada, seguía moviéndose. Ahora parece que hayan desaparecido, como una moda del siglo pasado.
OIMAKU de los apuntes
OIMAKU de las reuniones de tuppers
OIMAKU de la frase comercial «¡Avon llama!», y de las reuniones de mi madre y mi abuela en casa de las vecinas para comprar maquillajes y tuppers, que entonces se llamaban fiambreras.
OIMAKU del lápiz
OIMAKU de la foto asquerosa
OIMAKU de una historia que me contaron a raíz de una foto. Una pareja llega de fiesta a casa y él le pide a ella una felación, pero cuando la chica le baja la ropa interior descubre una desagradable sorpresa untada en la parte trasera de la prenda; ella rompe a reír y él se pone rojo de vergüenza. Como él es un cerdo pero ella es malvada, cachondo como lo tiene, le propone hacérsela a cambio de que se deje fotografiar en tamaña situación. La imagen quedó borrosa, pero demuestra fehacientemente lo que es capaz de hacer un hombre a cambio de una mamada.