OIMAKU de la colección de latas de cocacola del Mundial de Estados Unidos de 1994. A diferencia del león de Sudáfrica 2010, que ahora también tiene su colección con la bandera de cada equipo, la mascota de entonces era un perro. Su diseño parece ahora más anticuado porque recuerda más a los Looney Tunes que al estilo manga. Creo que llegué a tenerlas todas y que las veinticuatro latas ocupaban un espacio tan engorroso que las acabé tirando. Mi madre estaba obsesionada con que las limpiáramos con lejía porque olían.
Archivo por meses: junio 2010
OIMAKU de la meiga motorizada
OIMAKU de la figura de una meiga en Harley-davidson que me compré en Galicia, con chupa negra y botas, melena blanca al viento. Molonísima. Sin embargo, cuando volví, lo único que obtive fue recriminaciones de mi madre: «¿Y cómo es que no me has traído ninguna a mí?». No lo decía tanto porque fuera una figura bien chula, como yo pensé en un primer momento, sino por superstición. La verdad es que ni se me había pasado por la cabeza este detalle.
OIMAKU de los anuncios del canal Playboy
OIMAKU de los anuncios, yo vi dos, que hicieron para presentar el canal Playboy por Satélite, hace años. Los daban de madrugada y, obviamente, eran altamente machistas. En uno aparecía un tipo desayunando mientras un pibón en ropa interior le preparaba el desayuno; seguidamente, detrás aparecía otra que tal baila, despeinada, dándole los buenos días. Este es pasable, digamos. Pero el más fuerte era el otro, el de un tipo viendo la tele, comiendo palomitas muy a gusto. La cámara lo filma de barriga para arriba y, de repente, otra modelo impecable asoma su cabeza desde la parte inferior de la pantalla; él, suavemente, le vuelve a empujar la testa para abajo, y sigue disfrutando con sus palomitas. El lema era algo como «La vida mejor con Playboy». En fin, muy fuerte.
OIMAKU del fin de semana en Cadaqués
OIMAKU de aquel fin de semana de diciembre en Cadaqués. Nos habíamos reconciliado y yo le sequé el pelo para que no se resfriara. La playa parecía un atracadero abandonado de piratas fantasmas.
OIMAKU de Move your feet
OIMAKU del videoclip de Move your feet, de Junior Senior. El diseño retro y pixelado inocentón de los dibujos mezclado con todas esas referencias sexuales descaradas es de una mala leche sin igual. El ritmillo de la canción no te lo quita nadie en una semana.
OIMAKU de Currutaco y Papachón
OIMAKU de la novela Currutaco y Papachón que nos hicieron leer en el colegio. Era de un tipo gordo que tocaba el violín y de un niño delgaducho. No soy capaz de recordar la trama. Lo único que guardo a fuego marcado en las meninges es el insoportable hastío que me provocó tener que leérmela. Menudo castigo, menudo bodrio.
OIMAKU del hombre-mofeta
OIMAKU del muñeco articulado del hombre-mofeta, uno de los malos de He-man. Su principal característica era que apestaba, y cuando digo «apestar» quiero decir echar un tufo tan penetrante que ahogó todo el armario. Mi madre cada vez que lo abría se quejaba y, un buen día, sin más, desapareció. Mi madre juró y perjuró que ella no lo había hecho, pero el hombre-mofeta no apareció nunca más.
OIMAKU de la borrachera en el Karma
OIMAKU de la borrachera con licor 43 del Karma: las luces azules, T., las tetas, arrimarse, los demás como satélites en los que ni reparaba, la música que me ponía high sin recordar qué sonaba, bailar… en fin, esas cosas. Aunque creo que el local era una mierda. No he vuelto a ir jamás. Creo que techno o algo así. No sé. Estoy algo piripi.
OIMAKU de los videoclips de The White Stripes
OIMAKU del videoclip de la canción Seven Nation Army de The White Stripes: alucinógeno y flipante. Fue una mierda las versiones electrónicas que hicieron del tema se impusieran en las discotecas, porque eliminaban la parte del subidón. Igual de geniales fueron el videoclip hecho con piezas de lego para Fell in love with a girl y el de The Hardest Button to Button, donde el mundo se mueve a golpe de bombo.
OIMAKU de la Selectividad
OIMAKU de la Selectividad y los tantos nervios que me produjo. Recuerdo que el primer día me quedé muy impresionado porque en uno de los pasillos para acceder a las aulas podía leerse una cita brutal de Galeano. Recuerdo también lo fácil que fue el examen de castellano y que el texto de una de las opciones de la prueba de inglés hablaba de Bob Marley. El pronóstico del profesor de filosofía fue nefasto porque apenas nos explicó a Freud convencido de que no saldría y, ¡bang!, la primera en la frente. No olvidaré tampoco nunca cómo suspendí el examen de Historia del Arte teniendo el Partenón como primera obra a comentar, cuando el profesor había gastado casi la mitad del curso impartiendo arte antiguo. Curiosamente, sin tener ni idea, conseguí todos los puntos con una pintura contemporánea de no sé quién. Creo que aparecía un profesor de halterofilia con bigote.