Archivo por meses: septiembre 2010

OIMAKU del friki de las DDR

OIMAKU del friki de japonés que desapareció de clase durante meses porque se viciaba a las máquinas recreativas DDR, ésas en las que tienes que seguir los pasos de baile que te marca la pantalla. Antes de desaparecer, hablaba de su trabajo en el aeropuerto, de lo muy asqueado que estaba y del ocio que le tenía a los judíos porque le trataban con superioridad y siempre se estaban quejando. Cuando volvió, vino con una capa con capucha negra y un guante metálico de Sauron de El Señor de los Anillos contando que acabó dejando el salón recreativo por depresión tras haberlo abandonado la novia. Como para no hacerlo antes.

OIMAKU de la palabra «monoblock»

OIMAKU de la palabra «monoblock». La primera vez la leí en la novela El oficinista de Saccomanno. La he vuelto a encontrar en Acerca de Roderer de Guillermo Martínez. Ambos son argentinos y la utilizan para referirse a lo que aquí llamamos «barraquismo vertical». El término de aquí suena ya de por sí degradante. «Monoblock», en cambio, parece resultar más neutro y distante en su connotación. Parece un término de ciencia-ficción. Me recuerda a robot y a indiferencia y a futuro de mierda.

OIMAKU de la hormiga roja kamikaze

OIMAKU de la hormiga roja que me mordió en el brazo durante unas colonias. Estábamos en el bosque de excursión cuando noté una molestia en el antebrazo izquierdo. Miré y era un diminuta hormiga roja. La aventé con la mano pero no se movió, y apretó con más fuerza sus mandíbulas. La empujé con el dedo pero siguió allí, tenazmente. Cerraba con más fuerza sus tenazas. La cogí por el cuerpo, la intenté separar. No podía. Llegó a asustarme tanta fuerza de voluntad, tanto tesón. Tuve que acabar tirando y, sorpresa, me llevé su tórax entre mis dedos mientras su cabeza seguía aferrada a mi piel.

OIMAKU del monstruo de Saccheri

OIMAKU del cuadrilátero de Sacchieri. Escuché la historia en la clase de filosofía sobre las matemáticas. El matemático italiano, queriendo demostrar que la geometría euclidiana era la única verdadera, supuso lo siguiente. Dada una recta de cuyos extremos trazamos dos líneas de la misma longitud y perpendiculares a la misma, se unen los extremos de ambas perpendiculares con otra recta, formando un polígono de cuatro lados. Sacchieri, de acuerdo con la geometría euclidiana, esperaba obtener como único resultado posible un cuadrilátero con cuatro ángulos internos cuya suma fuera de 360 grados, es decir, que los cuatro fueran rectos. Su gran sorpresa fue ver que la reducción al absurdo no descartaba los otros dos resultados posibles, que la suma fuera mayor o menor a 360 grados. Aquello era una contradicción enorme. La geometría euclidiana fallaba. Recuerdo la cara del profesor, muy teatrero él, diciendo que lo que Sacchieri se encontró ante sí fue un monstruo, un monstruo descomunal.

OIMAKU de las llaves olvidadas en la puerta

OIMAKU de la vez que fui a comprar y, al volver, no llevaba las llaves encima. Jurando haberlas cogido, pues había cerrado con ellas la puerta del piso, volví unos metros sobre mis pasos cargando con las bolsas. No las encontré. Fue bastante rallante, porque podía cogerlas cualquiera, y tenía en el llavero un lápiz de memoria con información que necesitaba. Decidí tocar el timbre de un vecino para que me abriera la puerta de la calle y poder dejar la compra dentro. La idea era seguir buscándolas pero cuando dejé el cargamento enfrente de la puerta de casa, encontré las llaves colgando de la cerradura. Qué desastre.

OIMAKU de la manera de comer petit-suis

OIMAKU de la manera de comerme los petit-suis que tenía cuando era pequeño. Cuando pasé de los diez años, me di cuenta que un petit-suis daba para poco y que me lo comía en dos cucharadas de nada. Pensando en una manera de hacer que durara más y que fuera más entretenido, se me ocurrió perforarle la base con los dientes y tomármelo sorbiendo por el agujero. Cuando acababa, quedaban una especie de túneles en la masa que iban desde la superficie hasta el agujero. Acostumbraba a realizar unos cuatro, creando un entramado de grutas en la pasta rosa bastante curioso. Finalmente, cuando el juego no daba más de sí, apretaba desde la base el recipiente y hacía salir por arriba el contenido como si fuera de un tubo de dentífrico. Hurgaba con el debo o con la lengua si quedaba algo por las paredes. Era una guarrada exquisita.

OIMAKU del Llac Center

OIMAKU del Llac Center, el centro comercial que abrieron en la zona del Eix Macià de Sabadell, junto al Paddock y al Corte Inglés. No parecía gran cosa. Es más, recién estrenado, pasaba por en frente y no tenía de qué era. ¿Oficinas? Hace tres años pasé con mi novia y decidimos entrar. Sólo había un pasillo que conducía a una tienda de zapatos. El pasillo hacía un giro raro donde, si te detenías, a través del cistal, podías ver las tripas cadavéricas de lo que acabó siendo un fracaso: locales cerrados, atracciones para niños llenas de polvo, carteles viejos,… Fue una pena que no fuera posible acceder para visitarlo, pero nos hicimos unas fotos.

OIMAKU de la pareja del opening de Érase una vez la vida

OIMAKU de la pareja que aparecía en la canción del comienzo de los dibujos animados de Érase una vez la vida. Era una pareja de adultos formadas por dos de los personajes característicos de la serie: el chico guapete y la chica morena. Ambos salían en pantalones, con el pecho descubierto. Recuerdo que siempre la miraba a ella. Se acercaban el uno al otro en mitad de un prado y se fundían literalmente en un abrazo: se transformaban en una esfera que ascendía al cielo y daba como resultado el sol. De fondo, sonaban las últimas notas de la canción cuya letra decía «en el fondo de su corazón». Me encantaba aquella serie.

OIMAKU de El Conejo Saviola

OIMAKU de Javier Saviola, el futbolista argentino que fichó el Barcelona diciendo que sería la gran salvación. Era pequeño y lo apodaban el Conejo. Al principio, parecía que todo iba bien: la prensa, la afición y el club lo alababan. Pero llegaron los malos resultados y, más tarde, Rijkaard, que no lo tenía en sus planes para el equipo. Entonces, los periódicos convirtieron a Saviola en un fraude. Pasó al Madrid, donde tampoco contaron mucho con él, para acabar en el Benfica. Siempre me acuerdo de él, con rabia, cuando veo que la prensa amarillista del deporte eleva a jugadores hasta cotas celestiales para, finalmente, dejarlos caer como sacos de estiércol sin el menor remordimiento. Qué asco.

OIMAKU de la retransmisión del 11-S

OIMAKU de la retransmisión del 11-S. Estaba en casa de mi padre, cuando mis padres vivían juntos allí. Cortaron la emisión normal de la tele para poner una noticia de Última Hora. Era una de las dos torres gemelas echando humo. Un avión se había estrellado. De repente, parecía que se acababa de estrellar otro avión. No estaba muy claro. Se hablaba ya no de accidente sino de posible atentado. Recuerdo que lo miraba como la escena de una peli de acción. Era una situación un poco increíble. Entonces, el locutor empezó a decir algo con voz alarmada. Una de las torres colapsaba y se venía abajo. Y luego la otra. Ver aquellas moles derrumbarse era poco más que imposible de asimilar fuera del celuloide.