OIMAKU del lápiz

OIMAKU del lápiz, y de cómo mi hermana me lo clavó en la rodilla cuando éramos pequeñas. Yo hice muchos aspavientos y lloriqueé; mientras, pensaba si me había hecho suficiente daño como para saltarme las clases de gimnasia (en aquella época buscaba cualquier excusa). Mi madre le quitó importancia enseguida y, al final, no pude utilizar la herida en beneficio propio. Eso sí, todavía sigue la cicatriz en mi rodilla, y sirve para demostrar lo cabrona que era mi hermana ya en su tierna infancia.