OIMAKU del cubano loco

OIMAKU del cubano loco que teníamos por vecino en Barcelona. Estaba obsesionado con los ruidos. Vivía debajo de nosotros y cada vez que hacíamos un ruidito, lo oíamos abajo gritando y moviendo frenéticamente de lado a lado la puerta corredera de un armario o similar. Recuerdo tropezar un día con un silla y, antes de caerme, escucharlo ya refunfuñar. No estoy hablando de las diez de la noche sino del mediodía. Durante la mudanza, cuando nos marchamos, a las once de la mañana, se plantó en la puerta de su casa en batín, con el ceño fruncido y los brazos cruzados. Cuando montábamos las cosas en la furgoneta, abrió la ventana gritando y señalándonos, sin hablar con nosotros pero dirigiéndose a su mujer a viva voz, chillando que habíamos despertado a su hija. ¡Empezamos la mudanza a las once de la mañana! Estaba claro que su mala leche no podía ser por falta de sueño.