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OIMAKU de la avispa que me picó en L’Ametlla de Mar

OIMAKU del aguijonazo que me asestó en el pie una avispa traicionera. En septiembre de 2015 cogí una semana para hacer unas vacaciones low-cost con mi pareja. La jugada salió mal porque la meteorología no nos acompañó. Uno de los días que no llovió y que mejor podía estarse en la playa, decidimos ir a una brasería llamada Tomaset a hincharnos de carne. Nos sentamos en la terraza para aprovechar el buen tiempo. Yo iba con unos veraniegos zapatos de tela sin calcetines, que me quitaba y ponía en función del calor que tuviera. Justo cuando nos llegó la comida, volví a meter el pie derecho en el zapato. Sentí, entonces, un repentino dolor que me subió hasta el gemelo, causándome una especie de rampa. Miré hacia abajo y vi a una avispa enganchada a mi talón forcejeando por liberarse. Se debía de haber colado en el calzado y, viendo que mi pezuña se le venía encima, atacó con lo único que tenía: el aguijón. La desclavé haciendo palanca con el tenedor. Mientras pataleaba desorientada bocarriba en el suelo, la pise con odio, asegurándome que quedaba bien aplastada. Terminé la comida sin que las molestias hubieran hecho otra cosa que empeorar. Mi pareja tuvo que acompañarme al centro de atención primaria porque apenas podía caminar. Creo que me pusieron una inyección y me recetaron unas pastillas. El resto de la tarde, mientras ella disfrutaba de la espléndida tarde en el mar, yo me tuve que contentar con quedarme en la cama del hotel, descansando y leyendo no recuerdo qué.

OIMAKU de la noche del concierto-recital en el Hospital Sant Pau

OIMAKU del concierto-recital de A. y S. en el Hospital de Sant Pau para los niños enfermos. A. tocaba la guitarra y S. leía fragmentos de un cuento suyo. Fue precioso. Por la noche, fuimos a cenar a un restaurante de conejo con mucha personalidad en Sants. Luego, en el metro, hablamos de la diferencia entre escribir a máquina y a mano: como la caligrafía supone un dibujo, una bifurcación de artes, donde se pinta mientras se escribe, y como el ordenador se acerca más a tocar un piano, donde la idea y la tecla son uno en la inmediatez del pensamiento. Un día para guardar.

OIMAKU de los ataques de asma

OIMAKU de cuando sufría ataques de asma de pequeño. Siempre era de noche, me era imposible respirar. Llamaba a mis padres casi sin voz. Corriendo en el coche, mis padres me llevaban al hospital. Los labios blancos, la cara en lágrimas. En seguida, los medicamentos y los vapores de mentolín y eucalipto. Demos gracias a las cámaras nebulizadoras que han evitado a los asmáticos tener que salir a toda prisa a urgencias cada vez que sufren un ataque.