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OIMAKU de la pregunta incómoda en el juego del psiquiatra

OIMAKU de una pregunta especialmente incómoda en el juego del psiquiatra. Para quien no lo conozca, se trata de un curioso juego en el que dos personas deben adivinar las reglas del propio juego a través de preguntas que realizan a los demás, que sí saben cómo funciona y que representan estar locos. Las respuestas sólo pueden ser «sí» o «no». Para dificultar la investigación de los dos que desconocen cómo va todo, cada cierto tiempo alguien dice «psiquiatra» y todo el mundo cambia de lugar. Es bastante caótico y divertido, sobre todo al ver la cara de los que intentan adivinar qué narices está pasando. El caso es que en una velada de Año Nuevo en Barcelona, a mi amigo M. le tocó descubrir de qué iba la historia. Las preguntas se supone que deben de ser chorras, es algo para pasar el rato. Había buen rollo. La cuestión es que M. empezó a hacer preguntas bastante serias, nada picantes, y a mitad del juego le preguntó a una persona si alguna vez había pensado en suicidarse. Hubo un silencio estremecedor y la respuesta estuvo a la altura de la dureza de la cuestión, a lo que siguió otro silencio de infarto. Dejo de haber tan buen rollo. Aquella noche el juego del psiquiatra no fue lo que se dice «muy entretenido».

OIMAKU de la Noche de Guy Fawkes

OIMAKU de la Noche de Guy Fawkes en Southampton. En Inglaterra, el cinco de noviembre se conmemora el fracaso del atentado de 1605 contra el rey James I. Uno de los conjurados contra el monarca, descubierto con la pólvora pensada para volar el Palacio de Westminster, fue Guy Fawkes. Alan Moore, basándose en el personaje, escribió el cómic V de Vendetta, que ha tenido mucho éxito y ha visto como el dibujo de la careta del conspirador creada por David Lloyd era utilizada por los grupos antisistema como símbolo. En la manifestación de hoy, 15 de mayo de 2011, organizada por «Democracia Real Ya», mi novia y yo vimos muchas máscaras del conspirador Fawkes. Entonces, juntos nos pusimos a recordar la celebración de 2007 en Inglaterra. Fue junto a un murete cercano al Museo Marítimo de la ciudad, frente al mar. Allí nos dispusimos con unos amigos a ver el festival pirotécnico. Nos sorprendió porque iba acompañado de música, aunque I. nos dijo que en su pueblo, Rubí, los hacían igual. De camino hacia el puerto, M. había encontrado una caja de latas de cerveza Foster’s abandonada en un banco. Excepto yo, todos bebieron durante el espectáculo. Recurdo especialmente a J. con su chaqueta de cuero y sus pantalones y botas militares, lata en mano, mientras las luces explotaban en el cielo. A distancia de donde nos encontrábamos, en una plataforma sobre el agua con asientos para los espectadores que habían pagado para celebrarlo en primera línea, disparaban los petardos. Pese a estar lejos, veíamos perfetamente los fuegos, no así las fuentes ni las tracas, cuyo sonido amortiguado era lo único que nos llegaba. Recuerdo que corría el viento frío del puerto pero que estábamos bien. Fue una noche memorable.

OIMAKU del baño en la fiesta Erasmus

OIMAKU de la fiesta de despedida de una compañeras italiana de Erasmus. Fue en la playa de la Barceloneta, una noche de verano. La gente charlaba, bebía, reía, pero nadie se bañaba. «¿Qué coño pasa que nadie se baña?» me decía D. Finalmente, harto de esperar, me preguntó si me echaba un chapuzón con él, para no ir solo, y al agua que nos fuimos. Estuvimos un rato chapoteando no muy lejos de la orilla, refrescándonos. Cuando salíamos D. volvió a repetirme: «Qué buena está. No está nada fría. ¿Qué coño pasa que nadie se baña?». En ese momento, empapados de arriba abajo, vimos cómo un par de Erasmus borrachos dibujaban poderosas parábolas de orina sobre la orilla. Ahí teníamos nuestra respuesta.

OIMAKU del Quina

OIMAKU del «Quina», el bar heavy por excelencia de nuestra industrializada ciudad; de cuando íbamos cuatro o cinco, y nos encontrábamos a otros tantos, y a algunos más que no conocíamos mucho, pero que de tanto tiempo arrancaban brindis y saludos; de los litros de kalimotxo y cerveza; de cuando íbamos los dos solos, y birra a birra nos reíamos, criticábamos y volvíamos a reír; de la canción que pedíamos una y otra vez, y de cómo nos peleábamos para ver quién iba a pedirla. Yo me resistía, porque a pesar de los años, me daba vergüenza pedirles nada a los del bar. Y él decía: «pero si a una chica le van a hacer más caso que a mí». Pero creo que, pidiera quien la pidiese, casi nunca dejaron de ponerla. Hace unos meses decidieron vender el bar, y hasta que esta mañana he vuelto a escuchar la canción, no me he dado cuenta de lo muchísimo que echo de menos aquel sitio.

OIMAKU de la noche del concierto-recital en el Hospital Sant Pau

OIMAKU del concierto-recital de A. y S. en el Hospital de Sant Pau para los niños enfermos. A. tocaba la guitarra y S. leía fragmentos de un cuento suyo. Fue precioso. Por la noche, fuimos a cenar a un restaurante de conejo con mucha personalidad en Sants. Luego, en el metro, hablamos de la diferencia entre escribir a máquina y a mano: como la caligrafía supone un dibujo, una bifurcación de artes, donde se pinta mientras se escribe, y como el ordenador se acerca más a tocar un piano, donde la idea y la tecla son uno en la inmediatez del pensamiento. Un día para guardar.