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OIMAKU de los Clásicos Básicos

OIMAKU del disco de consolación que regalaba Constantino Romero en el concurso Alta Tensión. La cantinela de los malditos Clásicos Básicos en cada programa hacía que la música clásica sonara a fracaso, burla y salivazo. ¿Alguien puede imaginarse a un tipo que ha perdido mil euros de una tacada por elegir a Bugs Bunny en el panel de «Personajes animados con sombrero» escuchando a Haendel relajadamente en su casa? «Aleluya» no es la palabra que diría, precisamente.

OIMAKU del grito huracanado

OIMAKU de los dibujos de Pepe Potamo y de su grito huracanado. El protagonista era un hipopótamo lila vestido de safari, salacot incluido, que se dedicaba a tumbar a todo bicho viviente con su bramido atroz. Cada vez que lo hacía, la boca se le hacía gigante y su cuerpo se elevaba en el aire por la misma fuerza del berrido. Soy incapaz de recordar el argumento de ningún episodio o de encontrarle algún sentido a que un hipopótamo vistiera de cazador. Lo único que guardo en mente es el creciente deseo que tenía de niño a que llegara el momento del episodio en que Pepe Pótamo soltaba su infalible GRIIIITO HURACANAAAADO.

OIMAKU de Filiprim

OIMAKU del concurso Filiprim de TV3, y de su presentador don Josep Maria Bachs con su bigote y su pajarita enormes, y de aquel viejo gamberro y calvo que lo acompañaba y que todavía aguanta el maldito con casi cien años y loco como una chota pero un cachondo al fin y al cabo, y sobre todo no olvido, ni olvida nadie que viera el programa, la frase de despedida con la que el senyor Bachs concluía indefectiblemente cada uno de los programas que presentó, no, imposible olvidarlo: «Tanquem la paradeta».

OIMAKU de Hotel Tres Estrelles

OIMAKU de aquella serie de El Tricicle que emitían en TV3, llamada Hotel Tres Estrelles. Me encantaba y creo que existe una cinta de VHS grabada con capítulos que todavía da vueltas por casa de mi madre. Recuerdo un episodio en que había una convención de gafes, que era un desastre, y me acuerdo de que Carles Sans interpretaba a un botones que siempre acababa sacando provecho de las situaciones. Al final de cada capítulo de la serie se armaba la gorda y acababan todos corriendo, persiguiéndose como en Benny Hill. Adoraba aquella serie. Era buenísima.

OIMAKU del anuncio del juego Pelotón

OIMAKU de un anuncio que estuvieron repitiendo todo un verano en que se repetía sentenciosamente «Pelotón. Pelotón. No es un juego sino que son dos» con una especie de cañonazos de fondo. En la caja aparecía un ciclista pero bien podría haber aparecido un paredón de fusilamiento. Nunca, y a este nunca se suma con peso el hecho de que el comercial jamás ofreció más información del producto que tres fotografías de la caja y unos segundos de vídeo de un niño jugando con su familia de manera sobreexcitada, nunca digo, supe ni creo que llegue a saber de qué diantres iba el puto juego. Pero me amargó el verano.

OIMAKU de la bola loca de Comansi

OIMAKU del anuncio de la bola loca de Comansi, donde un montón de chavales creciditos se pasaban la bola loca y la atrapaban sin problemas con el tubo con ventosa que llevaban en la mano. Eran imágenes veraniegas de playa muy rápidas, a flashazos, y los chavalotes sonreían divertidos, y no se paraba de oír: «Es la bola loca de Comansi, la bola loca, la bola loca de Comansi».

OIMAKU de El Fumador

OIMAKU de El Fumador de Expediente X. Me fascinaba aquel viejo Garganta Profunda, seco como el papel de liar, engabardinado y gris como la ceniza, disolviendo en volutas los secretos de su boca de misterio, explicándole la verdad y la mentira al enfervorizado de Mulder, que atendía intrigado, deseoso de saber dónde estaba su hermana, para luego encontrarse, de nuevo, solo y a oscuras en mitad de un aparcamiento subterráneo, descubriendo que su informante, una vez más, había desaparecido como el humo.